¿Qué ves en la imagen? El sol, un bosque, un paisaje, un muelle o una guitarra. También, en nuestra vida, desde nuestra mirada interior nos miramos y miramos a los otros . Hoy comparto sobre este tema la siguiente reflexión.
¿Cómo nos miramos a nosotros mismos y a quienes nos rodean?
Hoy podemos leer sobre el efecto Pigmalión y conocer testimonios como los de Hikari Óe o Benjamín Carson entre muchos otros. En ellos, la mirada de una madre, una mirada amorosa incondicional «apreciativa», trasciende las barreras, dificultades y hasta supuestas limitaciones. Cómo mama sin duda estos testimonios me han enseñado mucho.
Pero hoy quiero ir más allá de mi rol de mamá…
Si miramos con este amor a todas las personas, sean o no de nuestra familia, aunque lógicamente empecemos desde allí, si cada uno comenzará a mirarse más a sí mismo… porque ¡qué fácil parece evaluar la conducta del otro! Pero cuando miramos la nuestra, ¿será que nos volvemos más benevolentes? Alguna vez escuché la frase “observa cuando señalas al otro, en el gesto acusador, tres dedos te señalan a ti y solo uno al otro…” Hace algún tiempo comprendí que cada juicio que hacía a los demás hablaba mucho mas de mí que del otro… les diré que con los años he aprendido a callar y revisar ese pensamiento o juicio en mí.
Reconozco que, en ocasiones, hay personas o circunstancias más complejas, personas que realmente hacen o dicen cosas en las que el juicio o la etiqueta es mucho más evidente, y cada día aprendo que es justo en ese instante cuando nuestra mirada hace la diferencia entre un mundo más humano o un mundo que sólo da continuidad al odio, a la división y a la carencia. Y no hablo solo de carencia económica, sino la que creo que es la carencia con mayores consecuencias: la carencia de amor incondicional.
Voy a explicarlo con uno de los muchos testimonios que algunas personas han compartido conmigo y hoy me inspiran en esta reflexión. Supongamos la persona que lastima física y/o psicológicamente a otra. Nuestra primera mirada quizá sea el juicio, y no demoraremos en decir frases llenas de juicios de valor. Ahora, detengámonos un segundo. Como dijimos más arriba, en el gesto del dedo acusador, ¿cuánto de esas palabras dicen de mí? ¿Será que yo de una u otra forma hice o hago algo similar? Y voy más allá: ¿realmente creemos que quien lastima o agrede a otro, y que sin duda se expone al juicio público, lo hace por puro placer? ¿Creemos realmente que quien roba, y sabe que alguna vez puede ser descubierto, lo hace exactamente porque disfruta perder su libertad? El que engaña, ¿lo hace para que, al ser descubierto, lo desprecien? Cambiemos la mirada, no es por ahí…
¿Qué mérito hay en amar incondicionalmente a quien lo hace todo a nuestro parecer? ¿Será que nosotros siempre hacemos todo bien? Creo que algunas heridas del pasado nos han dejado creencias que nos llevan a realizar actos de desamor, desesperanza, pero si cada uno frente al acto de desamor tuviera una mirada compasiva incondicional ¡qué distinto sería! Partamos de la idea de que nadie se expone tontamente, que mas bien esa exposición es un intento desesperado de alguien que no ha aprendido otras formas. Suelo decir hay almas tan heridas que se traiciona a ellas mismas, se deshumanizan y a veces seriamente. Los animo a conectar con el sentido y significado de una mirada amorosa e incondicional. Y ¿por qué? y ¿para qué?. Muchas son las personas que como yo hacemos esto a diario y les diré que este cambio de perspectiva me ha enseñando y traído mucha paz a mi vida. Aprendo sobre el valor de la vida, la libertad, el amor y su inmensa capacidad para sanar y transformar la vida de las personas y sus circunstancias. También decirles que sí, a veces me equivoco, pero es humano rectificar y decidir volver por este camino…
Permítanme en este punto una aclaración: por supuesto que creo sano y absolutamente necesario que quien lastima física o psicológicamente afronte consecuencias, que quien roba, mata o hiere deba vivir las consecuencias de sus actos, ya que es justamente esta consecuencia la que quizá lo haga comprender la gravedad de sus acciones. Este es exactamente el punto: hay límites y consecuencias ineludibles, que creo deben ir acompañadas por una mirada distinta, no una mirada de juicio, determinante y con una sentencia definitiva. Si definimos a una persona por un solo acto de su vida, no parece justo. Tras una persona que roba o traiciona hay una historia. Definir a una persona solo por uno de sus acto sería como que alguien me definiera a mí por algún error que cometí. Tras la acción hay creencias, carencias y experiencias marcadas por el desamor. La invitación es, una vez más, a cambiar nuestra mirada e intentar ejercer la verdadera empatía. Como les decía, si encuentras en tu vida almas heridas, muéstrales el poder del amor incondicional pues solo ese amor los sanará. Otros harán lo mismo contigo, porque somos humanos y alguna vez también nos vamos a equivocar. Todos tenemos alguna herida, la de algunos es más grande que la de otros, algunos las hemos elaborado distinto pues ella no nos determina. No permitas que determine la forma en que te ves a ti y la forma en que ves a los demás.
Es con nuestra mirada, nuestra actitud, aquí y ahora, día a día, en cada decisión, construimos nuestra circunstancia.